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Problemas metodológicos de las encuestas en el medio campesino

Rédigé par : Michel Merlet

Date de rédaction :

Type de document : Article scientifique

Documents sources

Articulo publicado en la Revista Revolución y Desarrollo, MIDINRA (Ministerio de Desarrollo Agropecuario y Reforma Agraria), Nicaragua. Abril-mayo-junio 1984. Pag. 65-76

Résumé

Conocer el medio rural es clave para poder transformarlo. Este artículo presenta las principales lecciones aprendidas en los estudios realizados por el equipo de evaluación de proyectos del CIERA (Nicaragua) al inicio de los años 80. Examina por un lado el interés y los limites matemáticos de las encuestas con muestras aleatorias, y por otro lado algunas dificultades de orden conceptual. Estas provienen en gran medida de dificultades de comprensión entre el encuestador y el encuestado, lo que vuelve mas complejo el análisis económico de la producción campesina. Puede superarse con encuestas en varias visitas, y una reconstrucción de los resultados hecha conjuntamente por el encuestador y el encuestado, gracias a un proceso de ida y vuelta del terreno a la teoría.

Después de 1979, el gobierno de Nicaragua ha iniciado un acelerado proceso de cambio en el agro. A través de la Reforma Agraria, está transformando la estructura de tenencia de la tierra; la política de precios y la política de crédito han tenido en el campo un importante impacto; los proyectos de desarrollo rural integral apuntan hacia una intervención global del Estado en áreas determinadas, favoreciendo la obtención de resultados en poco tiempo; la política de incentivos a la “cooperativización” pretende cambiar las relaciones de producción actuales y avanzar hacia una mayor socialización; los grandes proyectos agroindustriales deben servir de armazón para un desarrollo agropecuario de nuevo tipo.

Pero intervenir de manera eficaz en las transformaciones del medio rural supone conocerlo previamente. A pesar de ser el sector campesino particularmente importante en Nicaragua, tanto por su peso económico como por su peso político, debemos reconocer que es todavía un sector poco conocido, tal vez el menos conocido de los diferentes sectores sociales del agro. Claro está que existen estadísticas, censos, por lo menos del cooperativizado. Pero el conocimiento que se tiene del sector campesino no permite todavía prever qué respuesta daría a las distintas políticas del Estado. Los planificadores siguen considerándolo coma un sector de difícil control, un sector generador de problemas y de inseguridad, cuyas reacciones pueden diferir profundamente de lo que se esperaba.

Sin embargo, de 1979 a la fecha, se han realizado numerosos estudios del medio campesino, encuestas, censos, entrevistas, pero no siempre se han obtenido los resultados esperados. Partiendo de la experiencia concreta que acumuló el CIERA en este campo, y del análisis de otras experiencias nos proponemos discutir en este artículo algunos problemas de método inherente al estudio del medio campesino.

Presentar una crítica a la concepción de los estudios sobre el campesinado no solamente es de interés para los investigadores profesionales sino también para todos los que participan en la realización de los estudios sobre el agro, y para todos los usuarios de los resultados de estas encuestas: campesinos, activistas de organizaciones gremiales campesinas, extensionistas, planificadores. Todos ellos deben participar en este debate sobre la concepción de las encuestas, sobre los métodos de análisis de la realidad campesina, pues de estos métodos dependen en gran parte la calidad y la pertinencia de los resultados que se obtienen.

Nos limitaremos a tocar el tema de las “encuestas” en el medio campesino, sin abordar otras formas de conocimiento. Entendemos por encuesta toda la recolección de información seguida de su debido análisis, que tenga como propósito el conocimiento de una “población” determinada. Las encuestas parten generalmente del estudio de una fracción de la población total. Cuando se observa o se interroga de manera exhaustiva a todos los “individuos” de una población, se habla de censo y ya no de encuesta. Utilizaremos el vocablo “encuesta” independientemente del tipo de “muestreo” que se realice. Este muestreo podrá ser o no aleatorio. Recordamos que la información recogida a través de una encuesta puede tener dos orígenes: la observación del encuestador o el diálogo con el encuestado.

Examinaremos primero de manera rápida algunas dificultades de orden matemático, que son inherentes a toda encuesta, y que a menudo, el usuario y a veces el investigador mismo olvidamos.

En una segunda parte, veremos problemas que llamamos “de orden conceptual”, es decir ligados a la naturaleza de las categorías que se emplean para interrogar y describir la realidad. La concepción de una encuesta de medios de campesinos supone una previa discusión de los conceptos que explícitamente o implícitamente utiliza.

Terminaremos por el esbozo de una metodología adaptada al estudio del campesinado, señalando algunas pautas que ayudan a profundizar nuestro conocimiento del mundo rural.

PROBLEMAS Y DIFICULTADES DE ORDEN MATEMATICO

Disponemos hoy de potentes medios de tratamiento de datos, de computadoras de todo tamaño que pueden procesar miles de boletas en tiempos muy cortos y pueden sacar todos los cruces de variables que uno desee. No obstante, persisten todavía problemas generales a toda encuesta, ligados a la realización de un muestreo. En el caso de encuestas sobre el campesinado, estas limitantes se vuelven frecuentemente muy fuertes y ameritan que recordemos algunas nociones básicas de estadística.

Cuando una “población” es demasiado grande para que cada “individuo” pueda ser entrevistado, es necesario trabajar a partir de una muestra. Por el momento, consideramos que esta muestra se selecciona al azar a partir de la población total (muestra aleatoria simple). Lo que nos interesa no se limita a la muestra: queremos conocer la población en su conjunto. Por esa razón, se hace una “estimación” de los parámetros que se quieren medir.

La estimación que obtenemos puede ser más o menos precisa. Los estadísticos presentan los resultados bajo la forma de un intervalo, llamado “intervalo de confianza” (x,y). Además, por el azar del muestreo, no estamos seguros que el valor real del parámetro estudiado de la población sea realmente comprendido entre X y Y. Persiste un riesgo de error, que uno acepta (y puede ser de 5 por ciento a 10 por ciento, por ejemplo). Así, por ejemplo, podremos concluir, con 5 por ciento de probabilidad de error, que el porcentaje de agricultores que abonan su maíz en determinada región puede ser cualquier cifra entre 23 por ciento y 30 por ciento (intervalo 23% 30%) al 95 por ciento de probabilidad (riesgo).

¿Cómo fijar el tamaño de la muestra en función de la precisión deseada?

La amplitud del intervalo de confianza, (uno de los indicadores de la precisión) depende del tamaño de la muestra. Si para mayor precisión, necesitamos dividir por dos el intervalo de confianza, tendremos que estudiar una muestra cuatro veces más grande.

El otro factor que interviene para dictarnos el tamaño mínimo de la muestra que debemos estudiar es la variabilidad de la población estudiada respecto al parámetro considerado. El tamaño de la muestra varía proporcionalmente al cuadrado de la “varianza” de la población. Mas sencillamente, se entiende que entre menos homogénea sea la población, mucho más grande deberá ser el número de encuestas a realizar para obtener una buena aproximación del parámetro que se estudia.

Desgraciadamente, las “poblaciones” que queremos estudiar, familias campesinas y/o unidades de producción campesinas, presentan generalmente una fuerte heterogeneidad. Además, la varianza de un parámetro puede diferir considerablemente de la de otros parámetros. Por lo tanto, resulta de antemano difícil conocer el tamaño de la muestra mínima que conviene escoger, si no se dispone de cierta información acerca de la población. Por la varianza elevada que caracteriza el medio campesino, la exigencia de cierta precisión conllevará generalmente a estudiar nuestras relativamente grandes.

Las exigencias del análisis de los datos hacen crecer el tamaño de la muestra.

Resulta que muy poco nos sirve disponer de promedios de los distintos indicadores que nos interesan, a nivel de la población en su conjunto. Saber que el tamaño promedio de las fincas está comprendido entre 10 y 17 manzanas no nos basta. Necesitamos casi siempre una información desglosada por zona, y por capas sociales, o por criterio. De forma general, el usuario de la encuesta pedirá un análisis de algunos “cruces” de variables, como par ejemplo, la tecnología por estrato social, o el ingreso según las clases de tenencia. Son estos cruces los que servirán para entender las reacciones de la población campesina frente a determinadas políticas del Estado, o para analizar la dinámica de desarrollo.

A este nivel del análisis, es frecuente constatar que el investigador omite calcular la precisión de sus estimaciones. De repente, razona a partir de la muestra como si fuera la población total. Se habla de tal categoría de productores, de los caficultores, por ejemplo, sin ni siquiera recordar que de los 1000 casos encuestados, solo 50 producían café. Muchos de los resultados que aparecen entonces no son más que ilusiones.

Al menos que la muestra haya sido construida cuidadosamente para responder de manera específica a una pregunta particular, o sea para garantizar la precisión de los datos de algún cruce específico, encontraremos este tipo de problemas. Así, aunque la encuesta tome en cuenta una muestra total grande, aún cuando se hagan muchas preguntas a los encuestados, aún cuando podamos usar computadora para el tratamiento de los datos, estaremos a menudo decepcionados por los resultados de encuestas aleatorias grandes que acabamos de recordar. De hecho, cualquiera sea la potencia de los instrumentos de análisis que se utilicen, no se puede generalmente descubrir problemas o poner en evidencia correlaciones a través de la realización de grandes encuestas aleatorias, si estos problemas o estas correlaciones no han sido identificados precisamente con anterioridad.

Algunos estudios, como los que necesita la evaluación de proyectos de desarrollo rural, exigen medir algunos cambios en el espacio y en el tiempo. No se trata ya de medir el ingreso campesino, pero el impacto que tuvo el proyecto sobre el ingreso en determinada zona. Por lo tanto, el investigador tiene que observar una población que goza del proyecto, y otra, exactamente igual a la primera, pero que no goza del proyecto, llamada “grupo de control”. Para poder concluir, la diferencia entre las estimaciones de parámetro de una y de otra población tiene que ser significativa.

Rápidamente, las exigencias de precisión que tiene el estadístico para obtener resultados entran en conflicto con las disponibilidades de recursos existentes para llevar a cabo el estudio.

La fuerte incidencia de factores externos (como el clima, que varía a veces considerablemente año tras año) sobre los parámetros observados complica aún más el problema, y hace a menudo imprescindible disponer de series de datos históricos para poder concluir .

Mucho más se podría ahondar la exposición de estas dificultades, pues existen otras, ya no de orden matemático, sino más bien conceptual que pueden ser todavía más serias.

PROBLEMAS Y DIFICULTADES DE ORDEN CONCEPTUAL

Cuando se calcula el nivel de precisión de unas estimaciones, se parte de la hipótesis que los valores que dio la observación o la entrevista son exactos; el error calculado se debe únicamente al muestreo. En realidad, no es así; el error de observación puede ser a veces muy grande, e incluso mucho mayor que el error debido al muestreo. Veamos algunos ejemplos concretos a continuación.

La dificultad de obtener datos

En la mayor parte de las encuestas a las cuales han respondido los campesinos nicaragüenses, se ha tratado de anotar la extensión de tierra trabajada por cada entrevistado. Parece ser un dato fácil de conseguir, por lo menos mucho más fácil de obtener que una estimación del ingreso anual. Sin embargo, vimos a través de la experiencia de encuestas que realizamos en Las Segovias, que el campesino omite con frecuencia una o varias parcelas en el listado que hace el encuestador. Porque usábamos una técnica de encuesta basada sobre varias visitas sucesivas al mismo campesino, pudimos ver coma “aparecían” no pocas veces nuevas parcelas trabajadas a lo largo de la segunda o de la tercera entrevista.

Podríamos hacer la misma observación para otros parámetros. Incluso la composición de la familia no era siempre fácil de obtener de manera correcta durante la primera visita. A estos errores debidos a olvidos, o a una mala comprensión de la pregunta, se suman evidentemente los errores de evaluación de los volúmenes, de las áreas …, cuando el encuestador no procede a medirlos. Estos últimos errores no necesariamente son muy importantes si las evaluaciones se hacen en unidades de medición que los campesinos manejan usualmente.

Encuestador y encuestado no se comprenden

¿A qué se deben estas dificultades? La explicación mas usual consiste en decir que el campesino es temeroso, o prudente, y que el esconde la realidad de su finca “por miedo a los impuestos”, “por miedo a la Reforma Agraria”, “por miedo al Banco” … Aunque en algunos casos pueda existir cierto miedo de contestar, no creemos que esta sea la razón principal de las dificultades que encontramos. Existe generalmente un gran problema de comunicación entre el encuestador y el encuestado. No se comprenden, o mas precisamente, creen a veces comprenderse, pero entienden cosas distintas a través de las mismas palabras, de los mismos vocablos. El campesino tiene su idea de lo que el encuestador quiere saber y le contesta en función de esta idea. El encuestador comprende lo que le dice el campesino en función de lo que él sabe, y no capta necesariamente lo que el campesino “le quiere decir”. Esta incomprensión es mayor cuando el encuestador es de origen urbano. Además, muy a menudo, los conceptos que utiliza el cuestionario o la guía no corresponden a la realidad de los fenómenos que se quieren estudiar. O bien esta realidad no esta conceptualizada de la misma manera ni desde el mismo punto de vista por el campesino y por el investigador que concibió la encuesta.

Ilustraremos esto con algunos ejemplos. Cuando se le pregunta a un productor cuántas manzanas de maíz sembró, si este productor trabaja con crédito del Banco y recibe con frecuencia la visita de los técnicos de esta institución, tendrá tendencia a contestar al número de manzanas que le financió el Banco para siembra de maíz. Si los técnicos del Banco, por ejemplo, nunca se han interesado por las manzanas que siembra con esfuerzo propio, el productor deduce que a los técnicos solo les interesa conocer las manzanas financiadas y lógicamente solo hace mención de ellas.

De forma similar, cuando se encuesta a un productor sobre cuantos días necesitó para hacer la limpieza de su cultivo de frijol, es común que éste no conteste lo que él trabajó realmente este año en su parcela, sino lo que generalmente, socialmente, se considera necesario en la zona para limpiar este cultivo. A una pregunta específica sobre su caso, el campesino puede contestar con una “norma”. Insistimos sobre el hecho que generalmente, procede de esta forma con una buena fe total, porque piensa que, si contesta lo que realmente trabajó, el dato que se va a llevar el encuestador va a ser inflado, porque este año tuvo más problemas de maleza que de costumbre, o porque existen en su parcela condiciones realmente desfavorables. Al momento de analizar las fincas, estos datos mal recogidos no permitirán descubrir nada, y aún peor, llevarán a sacar conclusiones erradas. Apuntaremos que no siempre los cuestionarios son redactados con suficiente cuidado y que predisponen al entrevistado y al encuestador a confundirse en la forma de contestar las preguntas.

Cada encuesta debe usar conceptos apropiados a la realidad estudiada

A cada situación agraria, debe corresponder un marco conceptual adecuado. Así, iniciar una entrevista por un inventario de tierras par tipo de tenencia con el productor de una comunidad donde la mayor parte de la producción se hace en desmonte en tierras comunales dará lugar probablemente a serios malos entendidos. Para un miskito de la Costa Atlántica, las categorías de tenencia que se usan en el Pacifico de Nicaragua no tienen ningún significado. Las tierras que cultivó este año no son más propias que las tierras que no trabajó y trabajará talvez un año venidero. En este caso, si no se conocen bien los patrones de tenencia, no se podrá empezar por este tema; habrá que preguntarle primero al campesino qué produjo y en cuáles condiciones.

Este ejemplo, un poco caricatural, no puede hacernos olvidar que enfrentamos el mismo problema, de forma menor, con campesinos del Pacífico. Los préstamos de tierra entre miembros de una misma familia, las herencias anticipadas, o sea la tierra cedida por el padre a sus hijos en vida, los casos de aparcería entre familiares, se analizan partiendo de categorías que no son adecuadas. Una tierra a medias con su padre no es la misma cosa que una tierra a medias con el terrateniente vecino. Un insuficiente conocimiento de la realidad conlleva a levantar los datos de manera a veces totalmente incoherente. Por supuesto, los análisis que se podrán hacer a partir de estos datos carecen por completo de pertinencia.

EL ANÁLISIS ECONÓMICO DE LA PRODUCCIÓN CAMPESINA: UNA TAREA DIFÍCIL EN LA CUAL SE DA A MENUDO EL USO DE CONCEPTOS INADECUADOS

El análisis económico es uno de los trabajos que más problemas plantea. La concepción tradicional consiste en considerar al productor campesino coma un pequeño empresario capitalista; aunque a veces se afirme lo contrario, este planteamiento puede ser implícito en las categorías que se usan para hacer el cálculo económico. Notaremos que este cálculo utiliza casi siempre las categorías de la contabilidad de las empresas. Se afecta un valor a la fuerza de trabajo familiar, generalmente igual al salario oficial, se valoran los productos de autoconsumo partiendo generalmente de su costo de producción, se procede a calcular una ganancia por ciclo agrícola y por lo general, estos cálculos no permiten entender coma funcionan las unidades de producción campesinas.

De hecho, resulta imposible disociar la familia de la supuesta “empresa” cuando se analiza una unidad de producción campesina. Se dan de forma permanente transferencias de dinero, de trabajo, de productos entre familia y empresa. Las decisiones en la empresa dependen en gran medida de los problemas de la familia, de tal manera que no se puede analizar ni comprender la primera sin la segunda. Por lo tanto, el análisis económico tradicional del campesinado no permite generalmente comprender su comportamiento, que parece irracional, atrasado, dictado por la tradición fuertemente marcada en su “mentalidad”. No se entiende por qué el campesino sigue produciendo granos básicos cuando todo parece indicar que tendría interés en abandonar este cultivo poco rentable y producir cultivos de venta más rentables. No se entiende por qué no siempre hace suya la tecnología moderna que el técnico le recomienda.

Por haber partido de categorías de análisis no adaptadas, no podemos encontrar la lógica que sin embargo rige la toma de decisión de los productores campesinos. Aún cuando el maíz nos aparezca coma un cultivo menos rentable que el ajonjolí, por ejemplo, debemos recordar que la familia debe disponer de este grano para poder subsistir. Cuando sus reservas se habrán terminado, el productor tendrá que comprar maíz en situación de escasez, y este le costará mucho más que lo que hubiera vendido el quintal al momento de la cosecha. (Por lo menos, así era la situación antes de la Revolución). Si queremos entender algo de la economía campesina, tendremos que tomar eso en cuenta, y calcular el “costo de oportunidad” de un quintal de maíz de autoconsumo en función de lo que le costaría al productor comprar este maíz, y no en función de los costos de producción calculados de este grano.

¿QUE OBSERVAMOS? ¿QUE UNIDAD DE BASE DE ENCUESTA ESCOGEMOS?

Ahora bien, hemos hablado hasta ahora de encuestas y de estudios en el medio campesino sin precisar cuál era nuestra unidad de base de observación. Implícitamente, esta unidad de base era la “finca campesina”, la “empresa familiar”, o la “unidad de producción familiar”. Aún cuando estudiemos juntos a la familia y a la unidad de producción, vamos a ver que esta unidad de observación no permite siempre hacer un análisis pertinente.

Existen sociedades en las cuales el concepto de “unidad de producción familiar” carece de todo significado. En África, donde predominan las sociedades basadas en estructuras de lineaje no podemos comprender la sociedad rural ni la producción agropecuaria sin razonar a nivel de un pueblo, de una comunidad o de una familia extensa. En América Central, y en particular en Nicaragua, se ha considerado que la unidad de producción familiar, basada sobre la familia nuclear, corresponde a una realidad social, y constituye una unidad de análisis pertinente. Es cierto en una primera aproximación, más que todo si se compara con otras realidades rurales como las de África, por ejemplo. Pero un análisis cuidadoso demuestra que no se entiende todo analizando únicamente las familias nucleares. Se pudo mostrar estudiando la organización de algunas comunidades enteras (Estudio de la organización familiar en comunidades de Las Segovias, CIERA 1984, todavía no publicado) que muchas relaciones unen a las Unidades de Producción Familiares una a la otra. Además, pueden encontrarse viviendo bajo el mismo techo dos generaciones, el padre y un hijo, trabajando cada uno con una “cierta independencia” una parte de la finca. Los fenómenos de herencia anticipada, muy frecuentes en el campo, son ejemplos de una situación en la cual es difícil saber donde empieza y donde termina la Unidad de Producción Familiar, pues al guardar la propiedad legal de la tierra, el padre conserva también cierto poder de decisión sobre lo que pasa en la “finca” que su hijo trabaja. Aún cuando se dividieron las fincas, persiste una serie de lazos privilegiados que a menudo se basan sobre la estructura familiar extensa. Así, la complementariedad, o la competencia entre unidades de producción familiares aparece solamente cuando se deja de estudiar una unidad familiar nuclear de manera aislada, para reubicarla dentro de una red de interrelaciones familiares, productivas, sociales.

Después de este rápido vistazo a algunos problemas metodológicos que se enfrentan al estudiar al campesinado y las formas de producción campesina, quisiéramos proponer a manera de conclusiones algunas pautas generales que, a nuestro parecer y a la luz de la experiencia, permiten mejorar nuestra capacidad de comprender la realidad campesina, o más exactamente las realidades campesinas.

UNA METODOLOGIA PARA EL ESTUDIO DEL CAMPESINADO

Recordaremos primero que no pueden existir reglas ni recetas validas en todos los casos. Evidentemente, será en función del propósito que se persigue y de los medios con los cuales se cuenta que se debe elaborar cualquier metodología de encuesta.

Abandonar la noción de campesino promedio y construir una tipología

De manera general, podemos decir que cada vez que pretendemos analizar un proceso de desarrollo rural, tendremos que abandonar la noción de campesinos promedio. Este promedio no tiene ninguna realidad, simplemente no existe. Al contrario, nuestra tarea será la de proponer una tipología de productores, la cual debe permitir comprender como cada campesino reacciona a una determinada política, a un condicionante específico, y permitir explicar por qué no todos reaccionan necesariamente de la misma manera.

El establecer esta tipología podrá conllevarnos a cuestionar la pertinencia de una serie de categorías que usualmente se utilizan. No se podrá realizar el trabajo de tipificación sin haber estudiado las relaciones de producción entre los campesinos y las relaciones entre campesinos y otras clases o capas sociales. En otras palabras, proponer una tipología del campesinado de una región es hacer un análisis de las capas sociales que existen dentro del campesinado.

A lo largo del trabajo de análisis, estaremos recordando que las verdaderas relaciones de producción y las formas de dominación no son siempre las aparentes, las que una observación superficial podría dejar suponer.

Recurrir al análisis de la historia reciente

Los tipos que llegamos a definir son el producto de una determinada historia. Por lo tanto, preguntar acerca de la evolución reciente del agro nos ayudará notablemente a construir una tipología pertinente. Los campesinos más viejos pueden aportar mucho en este trabajo de reconstrucción de un pasado cercano. El análisis histórico será indispensable para comprender como aparecieron los tipos actuales y cómo están transformándose. En casa de necesidad, se podrán reconstruir “trayectorias de evolución” de cada tipo. Cada tipo está concebido coma un “producto histórico y social”.

Analizar la unidad de producción familiar como un sistema y como un subsistema.

El análisis de sistemas, o análisis sistémico, permite a menudo comprender mejor el funcionamiento de las “Unidades de Producción Familiares”. La noción de sistema se ha vuelto “de moda”, y se usa de múltiples formas distintas; no es aquí nuestro propósito discutir sus diferentes aceptaciones.

Limitémonos a señalar que la organización de una unidad de producción responde siempre a ciertos condicionantes externos e internos, y que se da en función de ciertos objetivos. Una unidad de producción consta de numerosos componentes que son fuertemente interrelacionados entre sí, que interactúan uno sobre el otro, y evolucionan de manera simultánea. El estudio sistémico permite descubrir la coherencia del conjunto, y permite también identificar las contradicciones internas que se dan en la unidad de producción familiar. Por ende, el estudio de esta unidad como un sistema ayuda al investigador, al técnico, al planificador a comprender el posible impacto de una acción de desarrollo, y las repercusiones que puede tener en otros campos.

El análisis sistémico permite también comprender el funcionamiento económico de la unidad, partiendo de una hipótesis fundamental: el comportamiento del agricultor es racional. Esta hipótesis central de racionalidad del funcionamiento económico puede ser criticada: de hecho, la práctica de los agricultores es en parte inconsciente como la de todo actor social, y no puede ser reducida totalmente a una serie de decisiones racionales. Pero si bien el comportamiento de un individuo no puede ser considerado a priori como racional, el hecho de considerar el comportamiento de una capa social como racional ayuda casi siempre a aumentar la pertinencia de nuestro análisis. Por lo menos, constatamos que no solo existe una racionalidad, la racionalidad capitalista, sino varias racionalidades diferentes en el universo campesino, según la naturaleza de las relaciones sociales.

Haciendo el esfuerzo de analizar como el productor ha tomado sus decisiones, descubriremos que categorías económicas utilizar en cada situación. La noción de “costo de oportunidad” de los diferentes bienes y factores de producción se vuelve a menudo decisiva para comprender la racionalidad económica del productor: el costo de oportunidad es el valor que el productor hubiera podido obtener en un momento determinado por la venta de un producto o de su fuerza de trabajo, o lo que hubiera debido pagar para comprar un producto. El otro elemento de juicio importante para la toma de decisión del productor es el “riesgo” que implica cada alternativa. Si no se toma en cuenta, es probable que no se logrará comprender en muchos casos las decisiones de algunos grupos de productores. Escoger la alternativa de menor riesgo significa, en muchas situaciones, obtener ingresos promedios menores, pero permite mantenerse coma productor, y no desaparecer a la primera mala cosecha.

Concretamente vemos que no basta estudiar un agricultor a fondo para reconstruir de manera pertinente su sistema de producción, ni para comprender sus problemas, ni sus perspectivas de evolución. Solamente un estudio comparativo de varios productores permitirá seleccionar los elementos pertinentes de análisis.

El análisis de sistemas invita también a analizar la unidad de producción familiar como un subsistema de otros sistemas más generales. Según la realidad estudiada, se podrán estudiar los “sistemas familiares”, el “sistema agrario” en su conjunto, el mismo siendo parte del “sistema socioeconómico global”.

No perder de vista la exigencia de representatividad

Regresemos a las técnicas de encuestas, a la concepción de la encuesta. No siempre satisfaremos nuestras exigencias de representatividad y de precisión con un muestreo aleatorio. Podremos proceder de otra manera, haciendo una estratificación fina de nuestro universo, y realizando una serie de “estudios de casos”. El propósito de estos estudios será de observar y analizar las diferencias entre los campesinos para comprender los mecanismos de “diferenciación” del campesinado. Este método podrá aportar más luz sobre la problemática de desarrollo que lo hubiera hecho una encuesta aleatoria tradicional; estudiando a profundidad unos pocos casos, ganamos mucho en la calidad de los datos y su precisión.

Pero entonces, es muy importante limitar los riesgos de mal seleccionar a los productores que se van a estudiar. En estos casos, será necesario zonificar cuidadosamente el área y determinar cuáles son los factores limitantes principales que impiden el desarrollo de los campesinos en cada zona. Recurriremos a todas las fuentes de conocimiento disponibles sobre el área para precisar, de antemano lo más posible, las hipótesis de trabajo que servirán para la construcción de la muestra. Posiblemente sea necesario en algún momento reintroducir un factor de selección aleatoria para limitar los sesgos, pero globalmente, la muestra se construirá de forma razonada.

EL ENCUESTADOR Y EL ENCUESTADO DEBEN JUGAR UN PAPEL ACTIVO EN LA RECONSTRUCCION LOGICA DE CADA CASO.

Las dificultades que hemos señalado nos llevan a privilegiar una forma de encuesta que permita que el encuestador y el encuestado procedan a reconstruir juntos la lógica del “sistema familia - explotación agropecuaria”. En lugar de solo pedir al encuestador que haga preguntas y al encuestado que conteste estas, posponiéndose la fase de análisis e interpretación que estará a cargo de otra persona, del investigador. Creemos que es indispensable que se analice el sistema en la medida que se realizan las entrevistas, y que el productor participe en esta tarea.

La encuesta se concibe entonces a partir de varias visitas; entre dos visitas, el encuestador pudo procesar los datos que había escogido en la visita anterior. Puede ser necesario llegar hasta las parcelas del productor y combinar la observación y preguntas al productor, sobre todo si se intenta estudiar aspectos agronómicos (de agricultura o de ganadería).

Al final, el encuestador discute el resultado de su trabajo con el productor, examinando en forma critica con él una serie de balances sintéticos que ponen en evidencia la coherencia y las contradicciones del sistema: balance de mano de obra por parcela a lo largo del año, balance de caja por mes, etc.

UN PROCESO DE IDA Y VUELTA DEL TERRENO A LA TEORIA

El fraccionar la encuesta en varias entrevistas, diferidas en el tiempo, permite al investigador agilizar la confrontación entre las hipótesis y la observación de la realidad.

De hecho, la concepción misma de la encuesta resulta de un proceso similar. Partiendo de una cierta percepción de la realidad, se elabora la encuesta y se regresa al campo a probar la hipótesis. Por la complejidad de la realidad observada, nos parece importante elaborar la encuesta, o el estudio, de manera a favorecer este doble movimiento de ida del terreno a la teoría y de la teoría al terreno. Sólo un proceso iterativo de esta naturaleza puede permitir que los errores de concepción iniciales sean corregidos a lo largo del trabajo.

CONCLUSION

Conocer el medio rural para poderlo transformar de tal forma que mejoren las condiciones de vida para la mayoría de los campesinos no es tarea fácil. No basta disponer de métodos confiables, pues la relación entre técnicos y campesinos, y la relación entre investigadores y campesinos, no solamente son relaciones profesionales, si no esconden relaciones sociales.

En última instancia, el nivel de participación de las organizaciones campesinas y la posibilidad de hacer reconocer el “punto de vista de los campesinos”, serán determinantes para que genere un conocimiento útil a las mayorías, y para que el conocimiento generado sirva realmente para este fin.

Pero esto implica que la tarea del investigador, del técnico, sea de criticar de forma permanente sus instrumentos de análisis, y de mejorarlos confrontándolos a la que se espera de ellos.

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Contexte

Este articulo sintetiza las enseñanzas metodológicas de un trabajo de encuestas y estudios sobre la parte occidental de la región de Las Segovias (municipios de San Juan de Limay, Pueblo Nuevo, Somoto, San Lucas, Las Sabanas y San José de Cusmapa), realizado por el CIERA (Centro de Investigaciones y Estudios de la Reforma Agraria) en el marco de la preparación del proyecto « PRONORTE », financiado por el FIDA.

El autor trabajaba entonces por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Francia como jefe de misión de cooperación con el CIERA, encargado de las unidades de evaluación de proyectos y estudios de los sistemas agrarios. Esta reflexión fue apoyada por la cátedra de desarrollo agrícola del INA-PG (Institut National Agronomique Paris-Grignon, France) y en ella participaron varios expertos que trabajaban en el CIERA, en particular David Kaimowitz (EUA).

Si bien fue escrito hace mas de cuatro décadas, sigue siendo plenamente valido en la epoca de desarrollo de la « Inteligencia Artificial », razon por la cual decidimos incluirlo en el sitio de recursos documentales www.agter.org.

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