Title, subtitle, authors. Research in www.agter.org and in www.agter.asso.fr
Full text search with Google
¿Cómo crear o reforzar capacidades para la gobernanza colectiva de los recursos comunes?
Written by: Juan Ramón Girón Manzanero
Writing date:
Organizations: Association pour contribuer à l’Amélioration de la Gouvernance de la Terre, de l’Eau et des Ressources naturelles (AGTER), Asociación de Comunidades Forestales de Petén (ACOFOP)
Type of document: Research Paper
Este documento es parte del esfuerzo de síntesis de la reflexión que se llevó a cabo en el marco del trabajo sobre Gobernanza de los bosques y reconocimiento de los derechos de las poblaciones locales que AGTER ha desarrollado entre 2011 y ahora a partir de las experiencias de Guatemala y Camerún. El autor participó en el viaje de intercambio y de estudio que se desarrolló en Camerún del 23 de agosto al 10 de septiembre de 2012.
La gestión colectiva de los recursos naturales: evolución del planteamiento teórico
Es necesario iniciar definiendo que, en el propósito de este documento de reflexión, entendemos como bien común los bienes naturales que son objeto de un uso colectivo y constituyen un medio de vida compartido, en el centro de una forma primaria de relación entre el hombre y su entorno.
Para empezar este análisis es importante evocar dos teorías muy importantes vinculadas con los procesos de bienes colectivos.
Por un lado, Garret Hardin, en “La tragedia de los comunes” expone: “La ruina es el destino hacia el cual todos los hombres se precipitan, persiguiendo cada uno su propio interés en una sociedad que cree en la libertad de los bienes comunes”1. De acuerdo con esta premisa, quienes se apropian de esos recursos caen en juegos con una estrategia dominante: la no cooperación. Con ello la tragedia del bien común es evidente.
En contraposición, Elinor Ostrom plantea su propio “dilema del prisionero”: “… en tanto que los individuos sean vistos como prisioneros, las prescripciones políticas tomarán como referencia esta metáfora. Por ello, prefiero abordar la cuestión de cómo incrementar las capacidades de los participantes para cambiar las reglas coercitivas del juego a fin de alcanzar resultados distintos a las despiadadas tragedias”2.
En países como Camerún y Guatemala, se ha tratado de evitar que las comunidades administren sus recursos con la justificación de la falta de capacidades técnicas, instaladas y de capital, sin darse cuenta que cada una ha mantenido sus propias regulaciones internas en cuanto al uso de los recursos. El presente documento busca provocar la reflexión de los comunitarios y de los pobladores de áreas forestales en cuanto a su co-dependencia con los recursos naturales y la autovaloración del rol que desempeñan para que esos recursos permanezcan en el largo plazo para su beneficio y el de las generaciones venideras.
Bosques de manejo colectivo
Se han tenido avances importantes en el reconocimiento de los derechos de las poblaciones locales y sus capacidades de cuidar los recursos de los bosques. Los análisis realizados por el grupo de estudio de la Iniciativa por los Derechos y Recursos (RRI por sus siglas en inglés) a nivel global demuestran que el área forestal reconocida como propiedad de, o controlada por los Pueblos Indígenas y las comunidades locales se ha incrementado de un 10 % en el 2002, a un 15 % hoy en día. En los países en vías de desarrollo, este incremento ha sido de un 21 % a un 31 %. La cantidad de textos legislativos reconociendo o fortaleciendo los derechos a los bosques y a la tierra de los Pueblos Indígenas y los derechos de comunidades locales también se ha incrementado dramáticamente, con más de 50 leyes con ese propósito aprobadas desde 19923.
Sin embargo, estos avances no tienen en cuenta la necesidad de reforzar la gestión comunitaria de estos recursos. En los párrafos que siguen, discutiremos de las modalidades y de los pasos que se necesita dar para reforzar estas organizaciones locales de gestión de los recursos naturales.
Miremos lo que pasa con la creación de áreas protegidas. Estas se sobreponen en territorios históricamente gestionados por las comunidades tradicionales, constituyéndolos en bosques de protección estricta y olvidando que coexisten con personas antes de su categorización como tal. Esto busca hacer invisible el aporte que las mismas comunidades tradicionales tienen y, en contraposición, se les mira como una amenaza para la destrucción de los bienes naturales, en vez de fortalecer la gestión de recursos naturales que han realizado desde hace mucho tiempo.
Como ilustración, presentamos el caso guatemalteco. En 1989, se crea la Ley de Áreas Protegidas y un año después la Reserva de la Biosfera Maya – RBM - con 2.1 millones de hectáreas. La creación de la RBM implicó limitaciones en el acceso a los recursos de muchas poblaciones locales que dependían de él y que no fueron tomadas en cuenta en ese momento: el diseño de la RBM visualizaba una estrategia de compartir y delegar la administración de los recursos naturales presentes en la zona de usos múltiples. Sin embargo, las comunidades que vivían dentro y alrededor de la misma tuvieron que realizar una importante movilización social para lograr constituirse en los “co-administradores” de esa zona. En la actualidad los territorios en manos de las comunidades son de los mejor conservados y con una inversión de recursos provenientes de los mismos recursos naturales gestionados por las comunidades para la prevención y combate de incendios, control y vigilancia del área y manejo forestal. Las imágenes satelitales de cobertura forestal en Petén están demostrando, 23 años después de la creación de la RBM, que el manejo colectivo de bosques hace posible mantener la cobertura forestal.
Obviamente, al principio del proceso concesionario de Petén, el objetivo principal de la participación comunitaria era la conservación de la biodiversidad. Sin embargo, se abrió un espacio para lograr que las poblaciones locales definan su propio posicionamiento en el tema. Implicó aceptar ciertas reglas, que por supuesto, la población tuvo que negociar.
Por la observación realizada durante la visita de campo en Camerún, los principales afectados de la política de creación de áreas protegidas4 han sido las poblaciones indígenas. Los Bakas, poblaciones de cazadores-recolectores que vivían de una forma semi-nómada sobre amplios territorios, habían sufrido las consecuencias de una política de sedentarización forzosa a partir de los años 1970, que les obligó a cambiar sus formas de vida y tuvo consecuencias desastrosas sobre sus medios de vida y su cultura. Con la creación de las aéreas protegidas, el acceso a los bosques y a sus recursos se volvió más difícil para estos pueblos.
La situación de los pueblos indígenas de Camerún se parece a la de las comunidades extractivas de Uaxactún y Carmelita en Petén, Guatemala. Estas, al haber realizado actividades extractivas del bosque desde hace casi cien años y estando el bosque en un excelente estado de conservación, no podían entender como, de un momento a otro, a mediados de la década de los noventa, les estaban restringiendo sus formas tradicionales de trabajo al iniciar el proceso concesionario en la Zona de Usos Múltiples de la Reserva de la Biosfera Maya.
Las comunidades locales tienen que luchar por colocar a la gente en el centro de la agenda de conservación, para hallar soluciones que funcionen para la gente y la permanencia de los recursos naturales en el largo plazo. Los comunitarios tienen que constituirse en autogestionarios de sus recursos. Sin embargo, para lograrlo, se hace necesaria una lucha social que no puede salir adelante sin formas de organización. Esta organización tiene que ser realmente representativa de los intereses colectivos. También se necesita un acompañamiento cooperativo con enfoque real de fortalecimiento de capacidades, y no solamente una forma paliativa o de activismo de la cooperación internacional.
La gestión comunitaria de los bosques
Las comunidades locales en su lucha por sobrevivir se han adaptado al medio que las rodea. Los Bakas en el sudeste camerunés se constituyeron en cazadores y colectores de productos del bosque. En el caso guatemalteco, las comunidades tradicionales de Petén se volvieron extractores de productos no maderables del bosque, desarrollando una agricultura reducida de autoconsumo limitado. Las actividades que cada cultura ha adoptado están condicionadas por su entorno, y sus modalidades han sido construidas en cierto periodo de su historia. Han pasado por procesos de adaptación, al convivir con su medio.
Es natural que una comunidad local no logre visualizar una actividad económica que nunca antes ha realizado. Esta dificultad en realizar cambios en sus actividades productivas, sin embargo, no implica que tenga necesariamente que mantener siempre sus mismas formas de vida.
La organización comunitaria para la gestión de los bosques en Guatemala
Las dos experiencias que siguen, las de ACOFOP y de Ut’z Ché, son relacionadas con el tema de la reivindicación por las comunidades indígenas y campesinas de sus derechos de gestión sobre la tierra y los bosques de sus territorios. Ambas son muy significativas de la capacidad que las organizaciones comunitarias han logrado construir, llegando hasta modificar las relaciones de poder y las ideas arraigadas en el sistema institucional guatemalteco.
Ambas experiencias tienen dos características en común. Primero, se enmarcan en estructuras de segundo nivel, o sea plataformas que aglutinaban los diferentes movimientos comunitarios. Segundo, se caracterizan por la búsqueda del reconocimiento de un derecho de poder manejar de manera efectiva unos bosques, a través de la adjudicación de un área en concesión, o del acceso a los beneficios de políticas forestales públicas en sus propios territorios.
La experiencia de ACOFOP, en el Peten, en el norte de Guatemala
En el Norte del departamento de Petén, el acceso a los recursos naturales estaba condicionado a la mera permanencia en el territorio. Esta no implicaba ningún tipo de derecho formal de uso, especialmente en un contexto de guerra que facilitaba el acceso a los recursos con un enfoque discriminador y de favoritismo a grupos político-militares. Durante los años de guerra en Guatemala, de 1960 a 1996, cualquier forma de organización social que buscara reivindicación de derechos se vinculaba con los movimientos guerrilleros. En este contexto, la criminalización de la organización hacía que la mayor parte de la población no tuviera aspiraciones de luchas, a menos que fuera por medio de las armas. Es solamente a partir de la firma de los Acuerdos de Paz en 1996, que ha sido nuevamente posible la movilización social para la reivindicación de los derechos de los ciudadanos. Es en estas condiciones históricas particulares que se estructuran los movimientos sociales y nacen diferentes organizaciones, sacando provecho de las intensas experiencias de organización y movilización que habían sido desarrolladas de manera “clandestina” durante los años de conflicto.
Cuando el Gobierno de Guatemala decide iniciar el proceso de otorgar concesiones en la RBM, las empresas madereras tradicionales empiezan a promoverse como la mejor opción para ser los beneficiarios del proceso. Aduciendo que contaban con la capacidad instalada, capacidad técnica y el capital necesario para realizar el manejo, se organizan en lo que se denominó “AIMPE” Asociación de Industrias Madereras de Petén con el propósito de desplazar cualquier intento que identificaran como su competencia en el proceso de adjudicación.
Ese proceso realizado por la industria maderera tradicional fue una lección importante a las comunidades que, por su parte, realizaban esfuerzos aislados por lograr ser los beneficiarios de las concesiones. Surge entonces en 1995 lo que se denominó el “Consejo Consultivo de Comunidades Forestales de Petén” -- CONCOFOP. Con ello, se siembra la semilla del proceso forestal comunitario de Petén. Al tener que buscar una forma de organización bajo el marco legal guatemalteco, se adopta la figura de Asociación. El nombre cambia a “Asociación de Comunidades Forestales de Petén” --ACOFOP y se inicia la lucha por lograr el proceso comunitario de manejo forestal.
La lucha puede marcarse en dos fases: en primer lugar, el acceso al bosque de las comunidades que habitaban dentro de la RBM; posteriormente, el acceso al bosque de aquellas que estaban en los alrededores, pero que sin embargo eran dependientes del mismo. Ilustremos estas dos situaciones con algunos ejemplos de comunidades.
La experiencia de la Ut’z Che’ en el Altiplano guatemalteco
La creación de la asociación Ut’z Che’ (que significa en idioma maya, el buen árbol) está relacionada con la aprobación en 1996 de la Ley forestal guatemalteca. Esta ley introdujo un programa de incentivos forestales llamado PINFOR. Sin embargo este instrumento de política estaba elaborado para grandes propietarios individuales de tierras. De hecho, las comunidades locales y sus territorios eran excluidos del programa. Aun así, algunas comunidades, las que más tarde confluyeron en la Ut’z Che’, encontraron mecanismos para poder acceder a este programa.
El tema de la conservación de los bosques empezó a ser un tema sustancial para las comunidades cuando la pérdida de bosques llegó a afectar a sus medios de vida5. Por otro lado, el Instituto Nacional de bosques, no reconocía las formas en que las comunidades estaban manejando sus bosques y esto era causa de conflictos entre las comunidades y los funcionarios públicos. La creación de la asociación Ut’z Che’, en 1996, respondió también a la preocupación compartida entre las comunidades que habían accedido a los incentivos forestales en cuanto a la duración de estos incentivos. Estaba fijada a 5 años, para nada correspondiente a los tiempos de la gestión de los bosques. Transcurrido este periodo, la pregunta que surgía era ¿Cómo seguimos manejando, conservando, o vamos aprovechando estos bosques?
Como tentativa de responder a esta preocupación, el grupo de comunidades formó la asociación Ut’z Che a partir de una serie de intercambios de experiencias entre comunidades, para discutir el tema del acceso comunitario al programa de incentivo forestales y su financiamiento. La Ut’z Che’ integra actualmente 33 organizaciones de base con un total de 32 999 personas6.
Los objetivos compartidos por las organizaciones miembros son de apoyarse mutuamente, aprender una de otra y encontrar soluciones conjuntas a las principales necesidades y problemas, siendo el objetivo principal mejorar la calidad de vida de las poblaciones. Los enfoques de Ut’z Che’ son:
Generar capacidades locales
Promover el reconocimiento de la gestión comunitaria de los bosques, que la ley no plantea, c/ mantener flujo de asistencia técnica y financiera a las organizaciones de base,
Tener una voz unida para lograr incidencia política.
Este último enfoque es central en el discurso que este documento intenta desarrollar; las capacidades de influencia en las políticas públicas que las organizaciones miembros de Ut’z Che’ han desarrollado en conjunto con las redes nacionales a las cuales pertenecen, como la Alianza Nacional de forestaría comunitaria, son muy significativas. Este proceso de incidencia ha logrado cambios importantes en la revisión del marco normativo de Guatemala.
Capacidades que requieren fortalecerse
Sin embargo, a pesar de los avances logrados, hay todavía desafíos pendientes y capacidades que quedan para consolidar y fortalecer. Entre ellos, la participación y la democracia dentro de las comunidades, sobre todo en relación con el tema género y de relaciones inter-generacionales: aún hace falta facilitarle más espacios a estos dos grupos y dentro de las comunidades persisten ciertos elementos muy autoritarios. Otra necesidad es la de planear más las actividades y de evaluar mejor los resultados. Varios procesos han sido desarrollados sin tener una planificación previa, solo por intentar. Esto ha desgastado la organización comunitaria y ha impactado negativamente en la consolidación de la representación en el nivel nacional y en la incidencia política.
Los bosques comunitarios en Camerún
Concesiones forestales comunitarias problemáticas
La legislación forestal que Camerún adopta en 1994, bajo el impulso de la comunidad internacional, cambios significativos en relación al reconocimiento de la participación de las poblaciones locales en el manejo de los bosques. Principalmente, la ley establece la posibilidad de crear concesiones forestales comunitarias.
Sin embargo, este nuevo marco normativo ha tenido efectos perversos.
Se tiende de hecho a considerar como “bosques comunitarios” exclusivamente las concesiones forestales comunitarias, desconociendo a todos los bosques que han sido manejados por las comunidades cuando estas no cuentan con un respaldo legal para hacerlo. Los polígonos rectilíneos que se delimitan al momento de definir una concesión comunitaria rompen con los esquemas de uso tradicional y definen de manera arbitraria sus límites.
Un gran número de concesiones comunitarias han sido creadas desde la publicación de la ley, pero parece que en la mayoría de los casos esto no ha resultado en beneficios para las poblaciones locales en su conjunto. Además, la implementación de las concesiones forestales comunitarias provoca una serie de cambios muy importantes en las comunidades. Se rompen los esquemas tradicionales de autoridad basados en las familias y en los linajes. La imposición desde afuera de mecanismos administrativos favorece la aparición de nuevos actores y figuras, trasladando mucho poder hacia los personajes fuertes, las “elites”, que tienen relaciones fuera de la comunidad y saben leer y contar. Más bien, se han dado a menudo fenómenos de acaparamiento de la renta obtenida de la explotación de los bosques en concesión por estos personajes.
La aplicación en la práctica de la ley de 1994, por innovadora que haya sido, no ha logrado los resultados esperados en materia de traslado de la gestión de los bosques a las comunidades. Las razones son múltiples y residen tanto en el hecho de no tener en cuenta los sistemas de organización y de gestión locales de los recursos forestales ya existentes, diversos y complejos, como en las dificultades para la aplicación de los textos normativos cuando el estado de derecho en el país es todavía débil.
El proceso de exclusión es aún más fuerte cuando se trata de las poblaciones autóctonas Bakas. Aunque el manejo del bosque comunitario afecte recursos primordiales para su subsistencia (frutas y plantas medicinales) dichas poblaciones han sido completamente marginalizadas en los procesos de toma de decisión. Muchos Bakas no saben lo que significa ‘bosque comunitario’ y aún menos que puede existir un ‘bosque comunitario’ en su comunidad.
Actualmente existen líderes comunitarios que buscan nuevas formas de reconocimiento que permitan a las comunidades tradicionales reivindicar sus derechos rescatando las formas tradicionales.
La experiencia de la cooperativa agroforestal de la trinacional, CAFT
A partir del proceso de organización colectiva realizado para la defensa de sus bosques, nueve comunidades de la región de Ngoyla, en el sureste de Camerún, decidieron reagruparse dentro una cooperativa, la CAFT, para enfrentar los desafíos y dificultades comunes que representa el manejo de sus bosques. El acceso a los dispositivos legales de creación de las concesiones forestales comunitarias y el desarrollo de esquemas de gestión empresariales de los recursos necesitaron recursos financieros y capacidades que las comunidades no tenían individualmente.
La cooperativa intenta promover un modelo de gestión de los bosques de la región diferente del patrón generalizado en Camerún, basado en la explotación de los recursos maderables para fines comerciales: busca desarrollar esquemas de comercialización de los productos forestales no maderables y de valorización de los servicios que las poblaciones locales brindan para la gestión y la preservación de los bosques.
Sin embargo, el desarrollo de estas actividades queda en un estado inicial y la acción colectiva debe enfrentarse a dificultades importantes tanto dentro como fuera de las comunidades. Si las comunidades miembros de la CAFT han podido organizarse de una manera relativamente sencilla hasta la fecha, la situación corre el peligro de modificarse sensiblemente en los próximos años: la llegada de la explotación maderera industrial y el desarrollo de proyectos mineros en la región puede implicar cambios importantes en las relaciones de poder para las comunidades locales, volviendo necesario readaptar las estrategias de defensa de sus derechos a las nuevas condiciones.
Dificultades en los bosques asignados como comunitarios
Las comunidades han permanecido en el territorio desde tiempos inmemoriales y han constituido sus formas de uso y aprovechamiento de recursos, organización social, territorio, etc.. Con la creación de las municipalidades, y anteriormente con las delimitaciones territoriales establecidas por el Estado, se ha dibujado nuevos territorios, nuevas formas de organización social. Se delimitaron los recursos disponibles, forzando con ello cambios que no necesariamente traen consigo buenas formas de convivencia con su entorno.
Grupos étnicos del bosque ecuatorial, tradicionalmente semi-nómadas, recolectores y cazadores, como los Bakas, han sido sedentarizados, y reubicados en territorios que ni siquiera les han sido asignados. Se asientan en calidad de “colonos”, dependiendo de los grupos étnicos que son reconocidos como teniendo derechos sobre el suelo. El impacto en su forma de vida ha sido terrible.
Los conflictos provocados por la imposición del modelo de los bosques comunitarios han desacreditado el modelo como un mecanismo para la reivindicación de derechos de las comunidades tradicionales. No obstante, frente al otro modelo de gestión de los bosques impulsado mayoritariamente en Camerún, el de las grandes explotaciones forestales comerciales, los modelos de concesiones forestales comunitarias, aun siendo muy vulnerables, podrían ofrecer a las comunidades oportunidades para consolidar sus posiciones y defender sus derechos. Es el tema que se aborda en este documento.
¿Qué herramientas, cuáles mecanismos de aprendizaje, qué tipos de gestión empresarial y de gobernanza comunitaria se requieren para permitir estos procesos?
Adoptar nuevas formas de vida o como se crean las condiciones para el aprendizaje y la acción colectiva
Las formas de organización social y las normativas locales, lejos de ser inmutables, se transforman constantemente. Los cambios que se producen en el mundo son cada vez más acelerados. Se hace urgente la búsqueda de medidas que satisfaga las reivindicaciones de derechos locales. En sociedades represivas y/o marginadas solamente existe una manera de lograrlo, es a través de la organización social. Si bien las formas “tradicionales” son las que se conocen hasta ahora, estamos ante un mundo globalizado que exige nuevas formas de organizarse para hacer frente a nuevas amenazas que se ciernen sobre las comunidades locales.
Con todo el embate que llega por intermedio de los mecanismos establecidos en la ley y que responde a sistemas mercantilizados, también surgen espacios, aunque no siempre tan obvios, que pueden ser utilizados para la lucha social.
Es necesario que no se deje solo a los Estados el encargo de definir y hacer aplicar las políticas de gestión de los recursos naturales. Para que sean viables en el tiempo, estas políticas deben de apoyarse sobre las formas de organización y estructuración ya existentes a nivel local y prever mecanismos de diálogo y participación de las organizaciones de productores y de representación de las comunidades forestales. En ausencia de esto, las sociedades rurales y forestales corren el peligro de ser desestructuradas y de perderse irrevocablemente, como al parecer está pasando en el caso de los Bakas, al mismo tiempo que se está el perdiendo la biodiversidad de los medios utilizados por estas sociedades.
Todas las dinámicas descritas se desarrollan en un marco de correlación de fuerzas políticas muy desiguales, que pone en desventaja a las comunidades locales. Lo que llamamos usualmente lo político y lo económico están fuertemente articulados.
La creación o el fortalecimiento de las organizaciones locales para la gestión de los recursos naturales comunes necesita todo un proceso de aprendizaje social. Esto requiere tiempo. Este aprendizaje en gran medida lo constituye la experiencia de vida de los grupos. Una ley por sí sola no es suficiente para producir un cambio. Tiene que hacerse en la práctica, a través de la construcción de dinámicas de gobernanza que se elaboran poco a poco, sin poderse definir de una vez desde el inicio. Estos procesos implican necesariamente aciertos y equivocaciones, éxitos y errores.
La alianza de las organizaciones locales en redes más largas es un elemento fundamental de estos procesos, que permite aprender de una manera cruzada y desarrollar estrategias de influencia más largas. La experiencia de Guatemala constituye una clara muestra de ello, dado que en la medida que los grupos comunitarios se han unido en luchas comunes, han logrado influir en decisiones políticas. Pero han logrado también aprender a manejar sus recursos comunes, a establecer las reglas para su gestión, a corregir errores y a inventar normas y reglas internas.
La explotación globalizadora y la necesidad de organizar la acción colectiva
En un mundo cada vez más globalizado surgen las preguntas obligadas: ¿es necesario organizarse?, y ¿cuál es la forma de organización que debe adoptar cada comunidad local en el mundo para poder resistir en la defensa de su territorio?
Es importante resaltar que la lucha por los recursos implica intereses sobre los medios de vida y esto implica una lucha de poderes que usualmente sucede entre una élite dominante y las grandes mayorías desposeídas.
En el caso guatemalteco; tras la conformación de frentes regionales de lucha como ACOFOP y Ut’z Che se ha iniciado un proceso nacional al que se le ha denominado “Alianza Nacional de Organizaciones Forestales Comunitarios”. Se está empujando ahora un proceso mayor mediante la “Alianza Mesoamericana de Pueblos y Bosques”. Esto permite contar con nuevos sectores sociales que respaldan cada vez más los movimientos sin que se descuiden las necesidades locales.
Es necesario tomar conciencia que las intervenciones a nivel local no son suficientes en la coyuntura actual para cambiar las relaciones de fuerza. Se trata de una crisis global de la cual las sociedades rurales son las primeras víctimas.
Para modificar las relaciones de poder que han determinado la actual situación de control sobre la gestión de los recursos naturales por un grupo muy reducido de actores, es necesario de construir nuevas alianzas, no solamente a nivel nacional, sino también más allá de las fronteras nacionales: la movilización de todos los grupos sociales y campesinas e indígenas ha tomado una dimensión planetaria y es necesario subirse a esta dinámica.
El Popol Vuh, libro sagrado de los Maya Quiché de Guatemala exhorta:
“…Que todos se levanten, que se llame a todos, que no haya un grupo, ni dos grupos de entre nosotros que se quede atrás de los demás.”
La necesidad de romper prejuicios
¡Que no se tiene experiencia! No importa, en las luchas sociales la única forma de aprender ha sido a través de hacerlo; eso sí, definitivamente no es posible sin un verdadero respaldo social de las bases.
¿Que todos tienen que ponerse de acuerdo? No necesariamente significa que tiene que hacer un voto unánime, sino que sea una decisión de las mayorías, las cuales deben respaldar.
¿Al principio cuesta? Nadie ha mencionado jamás que formar parte de un movimiento social sea fácil, de hecho; es una tarea en la que muchas veces se llegan al punto de tener mártires, pero eso no debe significar claudicar en el intento.
¿Cómo se inicia? Con un grupo de personas (aunque sea reducido), que tengan interés en el beneficio colectivo y que poco a poco va aumentando, la mejor forma de aprender es iniciar. También hay que empezar con algún recurso que no comprometa mucho, para luego poder intervenir sobre recursos más complejos: poco a poco.
¿Sirve conocer otras experiencias? Únicamente si tomas todo lo que han experimentado y estás dispuesto a adaptarlo a tu realidad. Nunca funcionará si te conformas con pensar que eso no te sirve. En el camino de la reivindicación, muchos tropiezos son comunes y las caídas de otros son elementales para avanzar más rápido.
¿Hasta cuándo termina la lucha? Nunca, en el mundo se ha creado un sistema de explotación del hombre por el hombre y siempre ese sistema tendrá adeptos, gente que no les interesa el bienestar general sino únicamente sus propios beneficios.
Aún en América Latina, donde un tercio de los bosques están bajo propiedad legal de los Pueblos Indígenas y las comunidades, los derechos continúan siendo endebles, con crecientes amenazas causadas por el crecimiento de la agroindustria, la expansión de la exploración de los recursos del subsuelo, y el desarrollo masivo de la infraestructura. El riesgo de un retroceso en los derechos comunitarios sobre los bosques, ganados a duras penas, está incrementándose aún en países como Brasil, el cual ha sido un líder global en el reconocimiento de dichos derechos y también, recientemente, en reducir la deforestación7.
La disposición a definir y respetar reglas es básica. En el caso de Petén en Guatemala, cuando se iniciaron los aprovechamientos de madera, la mayoría de los grupos comunitarios se estaban conformando con vender arboles en pié y tener algún ingreso. Sin embargo, se promovió la compra de un aserradero que permitió a uno de ellos demostrar que era posible obtener mayor generación de empleo, posicionar mejor sus productos locales y mejorar su condición, esto motivó grandemente para que cada uno de los grupos diera ese salto cualitativo.
Por el contrario, otro grupo permitió la formación de un “elitismo comunitario” y mal manejo a nivel de la gobernanza local, hasta el punto de que fueron absorbidos por el mercado, después de haber tenido que vender sus medios de vida. Vale destacar que, en este caso específico, jugó un rol importante la estructura comunitaria de segundo nivel, al provocar un análisis colectivo para que todas las otras comunidades aprendieran de la lección.
Nadie puede valorar lo que no ha experimentado. La importancia de la adaptación al cambio y del aprendizaje es esencial para poder salir adelante.
1 “Ruin is the destination toward which all men rush, each pursuing his own best interest in a society that believes in the freedom of the commons. Freedom in a commons brings ruin to all”. Hardin, Garret, “The Tragedy of Commons ». Science (162) 1968. 1243-1248.
2 Ostrom, Elinor, “El Gobierno de los bienes comunes”, 2000.
3 RRI, Respetando Los Derechos, Proporcionando Desarrollo. Reformas en la tenencia forestal a partir de Río 1992, Mayo 2012
4 y concesiones de minería
5 Elías, Silvel; Larson, Anne; Mendoza, Juan. Tenencia de la tierra, bosques y medios de vida en el altiplano Occidental de Guatemala
6 Para mayor información referirse a la Ficha G-5. Guatemala. La Asociación de Forestería Comunitaria de Guatemala: Ut’z Che’ por Pierre Merlet, aGter.
7 RRI, Respetando Los Derechos, Proporcionando Desarrollo Reformas en la tenencia forestal a partir de Río 1992, Mayo 2012
Ostrom, Elinor. El Gobierno de los bienes comunes. La evolución de las instituciones de acción colectiva. Fondo de Cultura económica, segunda edición en español, 2011.
Rights and Resources Iniciative (RRI). Respetando Los Derechos, proporcionando Desarrollo Reformas en la tenencia forestal a partir de Río 1992, Mayo 2012
Elías, Silvel; Larson, Anne; Mendoza, Juan. Tenencia de la tierra, bosques y medios de vida en el altiplano Occidental de Guatemala. Editorial de Ciencias Sociales, 2009
Merlet, Pierre (aGter). La Asociación de Forestería Comunitaria de Guatemala: Ut’z Che’, Ficha informativa G-5